Galdós en el monte (Imagen cedida por la Casa-Museo Galdós-Las Palmas de Gran Canaria)
Centenario de la muerte
Este año se celebra el Centenario de la muerte de Galdós. Al ver los actos conmemorativos inevitablemente pienso en «1808 visto por Galdós» . Fue una exposición que realicé en el 2008. Se celebraba entonces el Bicentenario de la Guerra de la Independencia. Me hubiera encantado rescatar la exposición de los sótanos o almacenes de la Comunidad de Madrid y reponerla para la ocasión.
Fue una Exposición dirigida a estudiantes de ESO y Bachillerato que se inauguró en la Biblioteca Pública Manuel Alvar el 25 de Septiembre, donde permaneció hasta el 23 de Noviembre de 2008. Después hizo un recorrido por otras Bibliotecas de la Comunidad de Madrid durante todo aquel año.
La Organización y Patrocinio corrió a cargo de la Dirección General de Archivos, Museos y Bibliotecas de la Consejería de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid.
Dio vida a los contenidos de la exposición con su diseño y diseño gráfico, Jesús Moreno & Asociados, con cuyo equipo fue un placer trabajar; las ilustraciones corrieron a cargo de Pablo Velarde.
Colaboraron las siguientes Instituciones:
Casa-Museo Pérez Galdós (Cabildo de Gran Canaria), El Museo del Ejército, el Museo Nacional del Prado, El Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernado, las Editoriales Alianza, Anaya y Edelvives y el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.
La tienda de la calle Mayor 41, Vicente Rodríguez, prestó miniaturas de plomo correpondientes a la época. Esta tienda ya no existe.
Agradezco a todos su amabilidad y las facilidades que me dieron para acceder a sus fondos y reproducir distintos materiales. Fue un trabajo muy interesante que llevé a cabo durante un año.
Es una pena que estas cosas se pierdan, el esfuerzo realizado por todos, mereció la pena.
Sobre la novela
El narrador de los Episodios Nacionales correspondientes a la Guerra de la Independencia es Gabriel de Araceli. Su voz resuena en los siguientes textos que corresponden a diferentes paneles.
El tránsito de la niñez a la juventud parece el esbozo de un drama, cuyo plan apenas se entrevé en el balbuciente lenguaje de los primeros afectos y en la indecisión turbulenta de las primeras acciones varoniles.
Cosas hay en mi vida que parecerán de novela, aunque no creo que esto sea peculiar en mí, pues todo hombre es autor y actor de algo que si contara y escribiera habría de parecer escrito y contado para entretenimiento de los que buscan recreo en las vidas ajenas, hastiados de la propia por demasiado conocida. No hay existencia que no tenga mucho de lo que hemos convenido en llamar novela (no sé por qué), ni libro de este género por insustancial que sea, que no ofrezca en sus páginas algún acento de vida real y palpitante.
(Benito Pérez Galdós: La Corte de Carlos IV, cap. XXIX)
Sobre el teatro
El sí de las niñas se estrenó en enero de 1806. Mi ama trabajaba en los Caños del Peral, porque el Príncipe, incendiado unos años antes, no estaba aún reedificado. La comedia de Moratín, leída varias veces por éste en las reuniones del Príncipe de la Paz y de Tineo, se anunciaba como un acontecimiento literario que había de rematar gloriosamente su reputación. Los enemigos en letras, que eran muchos, y los envidiosos, que eran más, hacían correr rumores alarmantes, diciendo que tal obra era un comedión más soporífero que La mojigata, más vulgar que El barón y más anti-español que El café. Aún faltaban muchos días para el estreno, y ya corrían de mano en mano sátiras y diatribas, que no llegaron a imprimirse. Hasta se tocaron registros de pasmoso efecto entonces, cuales eran excitar la suspicacia de la censura eclesiástica, para que no se permitiera la representación; pero de todo triunfó el mérito de nuestro primer dramático, y El sí de las niñas fue representado el 24 de enero.
(Benito Pérez Galdós: La Corte de Carlos IV, cap. Cap. II)
Este libro fue el obsequio que los editores I.G: SEIX Y BARRAL HNOS., S.A:, hicieron en la Navidad de 1959. Se expuso en la Biblioteca Manuel Alvar junto a otros. Es la edición del fragmento de La Corte de Carlos IV, que Galdós dedica al estreno de la obra de Moratín (Colección particular).
Goya
Llegó la noche, y la función de la marquesa era preparada con mucha actividad. /…/
Describiré aquella hermosa mansión para que ustedes puedan formarse una idea de su esplendor en tan célebre noche. Don Francisco de Goya había sido encargado del ornato de la casa, y casi es excusado elogiar lo que corría por cuenta de tan sabio maestro. /…/ El salón donde estaba el teatro era el más alegre. Goya había pintado habilísimamente el telón y el marco que componían el frontispicio. El Apolo que tocaba no sé qué lira o guitarra en el centro del lienzo, era un majo muy garboso, y a su lado nueve manolas lindísimas demostraban en sus atributos y posturas que el gran artista se había acordado de las musas. Aquel grupo era encantador; pero al mismo tiempo la más aguda y chistosa sátira que echó al mundo con sus mágicos colores don Francisco de Goya; porque hasta el buen Pegaso estaba representado por un poderoso alazán cordobés que, cubierto de arreos comunes, brincaba en segundo término. En el marco menudeaban los amorcillos, copiados con mucho donaire de los pilluelos del Rastro. No era aquella la primera vez que el autor de los Caprichos se burlaba del Parnaso.
(Benito Pérez Galdós: La Corte de Carlos IV, Cap. XXII)

Biografía para niños de Montero Alonso, Ilustraciones de J. Luis Mazuelos Alonso, Madrid: Ediciones Madrid, 1946
El presentimiento de la guerra
En la atmósfera, en el ambiente moral del pueblo había no sé qué sombras avanzadas de aquellos desastres no conocidos todavía. Sin explicarme el motivo de mis temores, yo creía ver por todas partes la imagen lúgubre de la guerra con formas que no podía determinar, y aquella imagen pasaba ante mí veloz, horripilante, ordenándome que la siguiera… ¡Oh! ¡Cuán pronto corrimos tras ella todos los españoles! Vino la revolución de Aranjuez, vino el Dos de Mayo, día de sangre y luto /…/
(Benito Pérez Galdós: La Corte de Carlos IV cap. XXIX)
Fotos de la exposición
El CD interactivo que completaba la información de los paneles, se regalaba a los profesores que acompañaban a los grupos visitantes para que pudieran seguir y completar el trabajo en el aula.
Plano de Madrid con los lugares más importantes del 2 de Mayo y los que corresponden a la vida de Galdós en Madrid.
Durante nuestra conversación advertí que la multitud aumentaba, apretándose más. Componíanla personas de ambos sexos y de todas las clases de la sociedad, espontáneamente reunidas por uno de esos llamamientos morales, íntimos, misteriosos, informulados, que no parten de ninguna voz oficial, y resuenan de improviso en los oídos de un pueblo entero, hablándole el balbuciente lenguaje de la inspiración. /…/ raras veces presenta la historia ejemplos como aquél, porque el sentimiento patrio no hace milagros sino cuando es una condensación colosal, una unidad sin discrepancias de ningún género, y por lo tanto una fuerza irresistible y superior a cuantos obstáculos pueden oponerle los recursos materiales, el genio militar y la muchedumbre de enemigos.El más poderoso genio de la guerra es la conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión, el patriotismo. (Galdós, Episodio 3, El l9 de Marzo y el 2 de Mayo, cap. XXVI)
Pero lejos de determinar la presencia de los artilleros una dispersión general, casi toda la multitud corría hacia la calle Nueva …. Una detonación espantosa heló la sangre en mis venas, y vi caer no lejos de mí algunas personas heridas por la metralla. Aquel fue uno de los cuadros más terribles que he presenciado en mi vida. La ira estalló en la boca del pueblo de un modo tan formidable, que causaba tanto espanto como la artillería enemiga. /…/ …corrieron todos hacia la calle Mayor. No se oían más voces que “armas, armas, armas”. Los que no vociferaban en las calles, vociferaban en los balcones, y si un momento antes la mitad de los madrileños eran simplemente curiosos, después de la aparición de la artillería todos fueron actores. Cada cual corría a su casa, a la ajena o a la más cercana en busca de un arma, y no encontrándola, echaba mano de cualquier herramienta. Todo servía, con tal que sirviera para matar. El resultado era asombroso. Yo no sé de dónde salía tanta gente armada. Cualquiera habría creído en la existencia de una conjuración silenciosamente preparada; /…/ La calle Mayor y las contiguas ofrecían el aspecto de un hervidero de rabia, imposible de describir por medio del lenguaje. El que no lo vio, renuncie a tener idea de semejante levantamiento.
(Galdós: Episodio 3, El 19 de Marzo y el 2 de Mayo, cap. XXVI)
La carga de los mamelucos
Llegar los cuerpos de ejército a la Puerta del Sol y comenzar el ataque, fueron sucesos ocurridos en un mismo instante. Yo creo que los franceses, a pesar de su superioridad numérica y material, estaban más aturdidos que los españoles; así es que en vez de comenzar poniendo en juego la caballería, hicieron uso de la metralla desde los primeros momentos.
La lucha, mejor dicho, la carnicería era espantosa en la Puerta del Sol. Cuando cesó el fuego comenzaron a funcionar los caballos, la guardia polaca, llamada noble, y los famosos mamelucos cayeron a sablazos sobre el pueblo, siendo los ocupadores de la calle Mayor los que alcanzamos la peor parte, porque uno por uno y otro flanco nos atacaban los feroces jinetes. El peligro no me impedía observar quién estaba en torno mío, y así puedo decir que sostenían mi valor vacilante, además de la Primorosa, un señor grave y bien vestido que parecía aristócrata, y dos honradísimos tenderos de la misma calle, a quienes yo de antiguo conocía.
(Galdós, El 19 de marzo y el 2 de mayo, cap. XXVII)
Daoíz y Velarde
Llegué a la calle en momentos muy críticos. Las dos piezas de la calle de San Pedro habían perdido gran parte de su gente, y los cadáveres obstruían el suelo. La colocada hacia poniente había de resistir el fuego de la de los franceses, sin más garantía de superioridad que el heroísmo de don Pedro Velarde y el auxilio de los tiros de fusil. /…/
Llegó el instante crítico y terrible. Durante él sentí una mano que se apoyaba en mi brazo. Al volver los ojos vi un brazo azul con charreteras de capitán. Pertenecía a don Luis Daoíz, que herido en la pierna, hacía esfuerzos por no caer al suelo, y se apoyaba en lo que encontró más cerca. Yo extendí mi brazo alrededor de su cintura, y él, cerrando los puños, elevándolos convulsamente al cielo, apretando los dientes y mordiendo después el pomo de su sable, lanzó una imprecación, una blasfemia, que habría hecho desplomar el firmamento, si lo de arriba obedeciera a las voces de abajo. /…/
Los franceses se arrojaron sobre nosotros con empuje formidable. El primero que cayó fue Daoíz, traspasado el pecho a bayonetazos. Retrocedimos precipitadamente hacia el interior del Parque todos los que pudimos, y como aún en aquel trance espantoso quisiera contenernos don Pedro Velarde, lo mató de un pistoletazo por la espalda un oficial enemigo. Muchos fueron implacablemente pasados a cuchillo; /…/ Por fortuna, yo no estaba herido sino muy levemente en la cabeza, y pude ponerme a cubierto en breve tiempo; al poco rato ya no pensaba más que en volver a mi casa, /…/…al llegar a la calle de San José, encontré aquel sitio inundado de gente del pueblo, especialmente de mujeres, que reconocían los cadáveres. /…/ Yo vi llevar el cuerpo, vivo aún, de Daoíz en hombros de cuatro paisanos, y seguido de apiñado gentío. Don Pedro Velarde oí que había sido completamente desnudado por los franceses, y en aquellos instantes sus deudos y amigos estaban amortajándole para darle sepultura en San Marcos.
(Galdós, El 19 de marzo y el 2 de mayo, cap. XXX)
/…/ yacían por el suelo las víctimas aún palpitantes, y no lejos de ellas, las que esperaban la muerte. Vi que las ataban codo con codo, obligándoles a ponerse de rodillas, unos de espaldas, otros de frente. Los más extendían los brazos, agitándolos al mismo tiempo que lanzaban imprecaciones y retos a los verdugos; algunos escondían con horror la cara en el pecho del vecino; otros lloraban; otros pedían la muerte, y vi uno que rompiendo con fuertes sacudidas las ligaduras, se abalanzó hacia los granaderos. Ninguna fórmula de juicio, ni tampoco preparación espiritual, precedían a esta abominación: los granaderos hacían fuego una o dos veces, y los sacrificados se revolvían en charcos de sangre con espantosa agonía.
Algunos acababan en el acto; pero los más padecían largo martirio antes de expirar, y hubo muchos que, heridos por las balas en las extremidades y desangrados. Sobrevivieron después de pasar por muertos, hasta la mañana del día siguiente, en que los mismos franceses, reconociendo su mala puntería, los mandaron al hospital. /…/
Los franceses, aunque a quemarropa, disparaban mal, y algunos de ellos, preciso es confesarlo, con marcada repugnancia, pues sin duda conocían el envilecimiento en que habían repentinamente caído las águilas imperiales.
(Galdós, El 19 de marzo y el 2 de mayo, Cap. XXXII)
A través de la ficción Galdós retrata España como nadie. Recomiendo vivamente la lectura de Los Episodios Nacionales. Es una forma amena de acercarse a la Historia de España del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Que interesante