Baraja de cartas de La Isla del Tesoro (hecha por alumnos de 12-13 años)

La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo
(Joseph Addison)

Tanto padres como profesores se preguntan muchas veces  cómo hacer que un niño lea. Se nos ha olvidado quizás cómo y por qué leemos nosotros. Además nos preocupan mucho las actividades sobre las lecturas, aunque no debería ser la preocupación fundamental. Lo importante es ser capaces realmente de hacer una INVITACIÓN A LA LECTURA. Si se realizan actividades posteriormente, deberán ser sugerentes.

Todos tenemos recuerdos de nuestras primeras lecturas, aunque seguramente no guardamos ninguno del aprendizaje mecánico de ella.  Recuerdo con ternura  «Mariuca la castañera» y «La ratita presumida» con ilustraciones de Ferrándiz, por ejemplo. Eran unos libros troquelados que coleccionábamos con verdadero entusiasmo. Sin embargo, los primeros cuentos de los que tengo noción real son los que escuchaba en discos pequeños de vinilo. Eran  discos de colores cuya funda contenía la historia en viñetas.

Poco a poco me fui adentrando en el mundo de los libros y leyendo todo tipo de historia. Enid Blyton y sus Torres de Malory, las Aventuras de los Cinco,  Los Siete Secretos, y las novelas de Emilio Salgari. Del mismo modo la inolvidable  edición de novelas clásicas de Colección Historias:  Mujercitas, Quo vadis?, El último mohicano, Don Quijote, Viaje al Centro de la tierra, La vuelta al mundo en 80 días, Genoveva de Brabante, Sissí emperatriz y muchas más, han quedado fijadas para siempre en mi memoria. Los libros contenían la historia en viñetas y el texto íntegro. Normalmente leíamos primero las viñetas y si la obra nos gustaba, el texto íntegro.

El hecho de leer

Parece que aprender a leer es doloroso y costoso, aunque en ocasiones se aprenda como un juego. Para unos niños es algo gratificante que «entra solo», mientras que para otros se convierte en un sufrimiento que no puede describir y que se prolonga con los años en la clase de lengua.
¿Por qué la lengua y las matemáticas son  caballos de batalla ? La dificultad radica en que reflexionar sobre el propio idioma supone una  abstracción y requiere cierta madurez. Algo parecido ocurre con el mundo de las matemáticas. Sin embargo, existe la capacidad para abordar ambas materias. Son áreas instrumentales sin las cuales no podemos manejar ninguna otra.

Lengua y  literatura

Creo que los profesores tenemos derecho a quejarnos de que no se lee, pero también deberíamos entonar alguna vez el «mea culpa».

Hemos conseguido hacer difícil lo que podría ser fácil y en ocasiones lo es.

¿Por qué nos empeñamos con tanto ardor en que todo el mundo sepa cuál es el complemento directo de una oración y no ponemos el mismo empeño en que comprendan bien lo que leen y lo sepan expresar con corrección, de forma oral y escrita?

Errores con la lectura

El primer error que se comete con la lectura es dejar que se concentre sólo en el área de lengua, por ejemplo.
El segundo error es no enseñar la biblioteca del centro o la del barrio con el mismo entusiasmo que se enseña el gimnasio o el polideportivo local y el tercer error, ¡horrible error! es examinar sobre lo que se lee y calificarlo como si fuera el análisis sintáctico.
Asociar la lectura a este martirio o someterla a un juicio como si una novela fuera el tema 4 de geografía, de física o de literatura, creo que no es lo más acertado, aunque se haga con muy buena intención.

Exámenes

En 3º de carrera tuve una pésima experiencia cuando  me examinaron del Poema de Mio Cid con un test y juré que mis alumnos nunca harían un test sobre una lectura.
Me pareció el mayor disparate del mundo leer el Mio Cid contando los muertos de las batallas, que era lo que iban a preguntar y no me condujo a nada.
Sin embargo, recuerdo el examen en 4º de la asignatura de Cervantes: La libertad en Cervantes. Estuve 4 horas escribiendo, disfruté paseándome mentalmente por las obras de Cervantes, trayendo a mi memoria lo que había leído durante el curso, desde La Galatea al Persiles y relacionando unas cosas y otras, o sea, escribiendo un texto propio con la lógica de mi lectura, no repitiendo como un papagayo lo que había dicho la profesora. Fue un examen que diríamos, anglosajón. En esta asignatura obtuve un sobresaliente, en Literatura Medieval ni me acuerdo de lo que tuve.

Actividades de creación e imaginación

Tengo muchos alumnos que pueden atestiguar que a partir de sus lecturas les mandaba hacer trabajos que algunos consideraban peregrinos. Otros decían que no tenía derecho a calificar aquello porque eso no era Lengua, pero la cuestión es que con aquellas  actividades  la mayoría disfrutaba y se lo pasaba bien. Desarrollaban su creatividad y siempre eran una sorpresa. Las fotos colgadas en este artículo son una pequeña muestra de aquello.


Trabajo hecho por alumnos de 14-15 años sobre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Como se ve, en ambos casos, hay palabras en los trabajos, pero que recrean lo leído desde la propia óptica de quien se ha sumergido en una obra literaria.


Juego de mesa hecho a partir de Trafalgar (alumnos de 14-15 años)

¿Qué se consigue con un trabajo así? 

Formar un equipo. Reflexionar. Estrujarse un poco el cerebro para ser  originales y creativos.
Es verdad que en un trabajo en equipo siempre hay alguien que no trabaja, pero no importa, estoy segura de que aprende al hilo de lo que hacen los demás y además interviene para dar forma a aquello, aunque desconozca el texto completo.
A algunos colegas de literatura siempre les preocupa que les engañen con las lecturas, la verdad es que a mí no. Siempre hay que contar con el tanto por ciento de gente que no lee, pero los que lo han hecho, han disfrutado y eso realmente es lo que merece la pena.

En algunos casos, los que no habían leído el libro, lo han hecho después de realizar el trabajo picados por la curiosidad que despertaron los comentarios de los compañeros.

Con estos llamativos trabajos a final de curso hacíamos una exposición en la biblioteca del colegio. Se colocaba una urna donde cada uno de los visitantes podía votar sobre el trabajo que más le gustaba. Esta sencilla experiencia era igualmente motivadora.

Promesas incumplidas
El juramento que me había hecho a mí misma sobre los tests de lecturas no siempre lo pude cumplir. Cuando se forma parte de un equipo docente no siempre se puede hacer lo que se quiere.
Pero creo firmemente que si resulta que la lectura lo que desarrolla es nuestra capacidad de pensar y de expresarnos, por tanto de hablar y escribir, ¿cómo hacemos tests? ¿qué importa si un personaje sube o baja o baja y sube?
¿De qué habla ese personaje y por qué es importante en esa historia? ¿Se podría prescindir de él? Creo que estas y otras preguntas enseñarían a reflexionar sobre la lectura, pero no si la cinta de Melibea es azul, roja o amarilla, lo importante sería saber por qué es azul y no roja, por ejemplo, o sea, averiguar cuál es el código del color en la literatura de una u otra época.

La intuición funciona
Comparto todo esto porque ayer me preguntaron qué hacer para que niños que nunca han leído, lean.
Desde luego no existe una varita mágica y hay muchas teorías al respecto.
La mía es muy sencilla:  El profesor tiene que «brujulear» en la literatura infantil-juvenil y dar a sus alumnos aquello que crea que puede gustar, desde su conocimiento del grupo e intuición. Esto es igualmente válido para los padres.

Pequeñas pautas
Una es elegir un libro, pensar en un tiempo y espacio en el que poderlo leer y sentarse a leerlo con los alumnos alrededor, unos en el suelo, otros en la silla, en círculo, en un rincón de la clase, en la biblioteca o en el salón de casa, pero en una disposición diferente a la que se emplea en otras ocasiones.

La lectura a los pequeños de la casa de forma sistemática por las noches, funciona muy bien, no es un tópico.

Si se hace en el aula es bueno dedicar unos veinte minutos o media hora semanales, pero siempre en el mismo momento, por ejemplo al final de los viernes, un rato especial, un momento mágico para la lectura.

Si la lectura es en Infantil o primeros cursos de Primaria, o sea, si lee el maestro, debería hacerse a diario, siempre a la misma hora, en un rincón del aula dedicado a ello y durante 5 o 10 minutos máximo, dependiendo de la edad de los niños. Es bueno que se queden con ganas de querer saber más.

Si el libro es un álbum, se terminará enseguida, si es por capítulos, uno a la semana, con misterio, con una buena entonación, haciendo que entren en una aventura que hasta entonces les resultaba desconocida.
Y así vendrá el silencio y la necesidad de escuchar. Habremos conseguido atacar diversos frentes.

Y al final, ¿por qué no dibujar lo que les ha quedado en su imaginación? ¿Por qué no buscar una canción que tenga algo que ver? Seguramente a ellos se les ocurrirá alguna, y si no tiene que ver en realidad, pero les apetece cantarla porque les sugiere algo o la han unido a esa lectura, aunque para un adulto carezca de lógica, pienso que hay que dejar que lo hagan. Esto les motivará para dibujar la próxima vez y para expresar más adelante por medio de la palabra, los sentimientos que ha despertado en ellos la lectura.

Palabras para hablar de lo leído

Debemos tener en cuenta que el uso de la palabra es lo más difícil, por ello hay que entrar en ello poco a poco. Todos los niños son sensibles a un texto, pero no todos son capaces de definir a la primera lo que han sentido y en esto hay que ayudar, para no frustrar las expectativas de los lectores.

Si queremos que escriban, podemos dar pautas, iniciar un texto, decir que cambien el final, dar palabras que contengan lo fundamental y hacer que elijan una o varias y que lo expliquen oralmente, en definitiva, emplear cualquier posibilidad que suponga colocar un trampolín para que salten.

Los profesores en general tenemos bastante imaginación, así que animo a que cada uno utilice la suya, sea creativo y se deje llevar de la intuición que le ha dado la experiencia del día al día en el aula. Sólo hay que atreverse un poco a inventar e innovar.

Para los padres la recomendación es que lleven a sus hijos a la biblioteca y/o librería más cercana para ayudarles a familiarizarse con estos espacios y con los libros, en los que, al fin y al cabo, está contenido todo el saber de la humanidad.

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