Leyendo en un rincón

Una ventana al mundo

La lectura

La lectura forma parte de la vida; es emoción, placer y conocimiento. Es una ventana abierta al mundo que desarrolla el espíritu crítico. Además  configura individual y socialmente al individuo.

Leyendo se aprende a pensar, por tanto se desarrolla  claramente la personalidad. El lector recrea la obra que lee y así crea un mundo interior único  enriquecedor para sí mismo y para los demás.

No existe una varita mágica para  hacer que un niño sea lector, sin embargo, los factores más influyentes son  el familiar, el escolar y el social.

Si el niño se entretiene leyendo, se habrá dado un primer paso en la aproximación a la afición por la lectura.

Lo lúdico de la lectura 

En el niño existe algo dominante, el juego, que es una actividad libre con poder de evasión. Los niños creen en el poder de la imaginación. Cuando juegan lo hacen con toda el alma, de ahí que sea importante despertar en el niño el placer que pueda proporcionarle la lectura de la forma más lúdica posible y con carácter extraescolar.

Se trata de conseguir que un niño lea por placer, no por obligación.

El juego está limitado por el espacio y el tiempo y tiene posibilidad de repetición. Estas características son igualmente aplicables a la lectura y hay que ayudarle a descubrirlas.

Las fórmulas básicas de aprendizaje de los niños son la imitación y la repetición. Un niño que ve leer a sus padres, sentirá curiosidad. Habrá que esperar a que adquiera el deseo de hacerlo.

Pero esto no es matemático. De padres lectores puede haber hijos no lectores y viceversa.

 

El ejemplo de Matilda, de Roald Dahl 

Roald Dahl describe magistralmente la situación del niño lector en un ambiente hostil en una de sus más famosas novelas, Matilda.

Fue escrita en 1988 y llevada al cine por Danny DeVitto en 1996.

“Al cumplir los tres años, Matilda ya había aprendido a leer sola, valiéndose de los periódicos y revistas que había en su casa. A los cuatro leía de corrido y empezó, de forma natural, a desear tener libros. El único que había en aquel ilustrado hogar era uno titulado Cocina fácil, que pertenecía a su madre. Una vez que lo hubo leído de cabo a rabo y se aprendió de memoria todas las recetas, decidió que quería algo más interesante.

-Papá –dijo-, ¿no podrías comprarme algún libro?

-¿Un libro? –preguntó él. ¿Para qué quieres un maldito libro?

-Para leer, papá.

-¿Qué demonios tiene de malo la televisión? ¡Hemos comprado un precioso televisor de doce pulgadas y ahora vienes pidiendo un libro? Te estás echando a perder, hija….

…La tarde del día en que su padre se negó a comprarle un libro, Matilda salió sola y se dirigió a la biblioteca pública del pueblo.”

(Roald Dahl: Matilda, Ed. Alfaguara, Madrid, 1989).

El deseo de leer

Es la consecuencia de la curiosidad por conocer el mundo.

Como sólo se desea y se ama aquello que se conoce, es necesario que desde pequeños, los niños vean libros, los toquen, los manoseen e incluso estropeen alguno, para aprender a cuidarlos.

Este proceso manipulativo es el primer paso para despertar la afición por la lectura.

 

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