Muerte en Venecia, de Thomas Mann, trad. Juan José del Solar, Prólogo de Francisco Ayala, Barcelona: Edhasa, 2010 (+ 18 años)
Muerte en Venecia es indudablemente una joya literaria. Parece que Thomas Mann sólo escribió joyas literarias, es decir libros que nunca mueren, que se pueden leer varias veces a lo largo de la vida y siempre descubren algo nuevo. El lector evoluciona y el texto con él. Esa es la grandeza del escritor, ser capaz de universalizar en el sentido más amplio del término, traspasando las fronteras del espacio y el tiempo; así siempre permanecerá viva su obra.
Lenguaje poético y fracaso de la cultura
Muerte en Venecia es una novela breve en la que con un lenguaje bellísimo, hay que felicitar al traductor (Juan José del Solar), deja sentadas las bases de la creación estética, en concreto de la poesía. No olvidemos que Mann es un narrador de ideas, siempre trabaja con conceptos culturales más que con mundos vivos y el lenguaje poético le desborda en toda ocasión.
En su obra deja testimonio del fracaso de la cultura y de su incapacidad para ordenar el mundo e incluso para aclarar su sentido, su orden o su desorden. Es su gran tema, el fracaso de la cultura, quizás por eso su obra esté de plena actualidad. Aún más, expresa el fracaso del Arte y la Cultura para salvar la vida.
El texto es pura poesía.Y dicha poesía no está solo en el lenguaje, sino en lo que crea con él, las imágenes son perfectas descripciones con las que Visconti no creo que tuviera problema para su resolución cinematográfica, porque son precisas y vivas.
Sentidos y aislamiento
Venecia se ve, pero también se huele. El trabajo con los sentidos a partir del momento en que se desata la peste es importante. El olfato y el tacto toman el relevo de la vista. El lector ve lo mismo que Gustav Aschenbach, llega a formar parte de él, está a su lado o quizás en el mismo libro, se incorpora al libro. Es un texto que absorbe desde el principio.
Aparece una de las obsesiones del autor: el aislamiento. El necesario para llevar a cabo la reflexión y la creación. Esta obra se publicó en 1914 y La montaña mágica en 1924. Tengo la sensación de que Muerte en Venecia es el germen de la segunda, aunque el precedente se atribuya a su relato Tristán, que también se desarrolla en un sanatorio tuberculoso.
El mar
En la novela que nos ocupa, el ambiente es más abierto geográficamente hablando, porque el protagonista busca la inmensidad del mar, – símbolo de la muerte-, el horizonte inalcanzable , que solo se abarca con la mirada. El protagonista realiza movimientos para salir de allí, para volver a su mundo, aunque finalmente no lo hace, atraído como está por la extraordinaria belleza del joven Tadzio: Narciso moderno ahogado en su belleza, castigado por un compañero más fuerte que él, como Némesis castiga al Narciso mitológico. «Era la sonrisa de Narciso inclinado sobre el espejo del agua, esa sonrisa larga, profunda, hechizada que acompaña el gesto de tender los brazos hacia el reflejo de su propia belleza». (p. 87)
El protagonista y la idealización de la belleza
Gustav Asbenbach, es un ser estático, a pesar de sus persecuciones por Venecia. Es un boyeur, un observador de la belleza, que le resulta inalcanzable. Cuando se prepara para seducir, muere. Su vida lo arrastra a la muerte, porque no obtiene lo que quiere, solamente lo persigue y por las calles de Venecia, la muerte lo persigue a él. En el banco le aconsejan marcharse, pero no lo hace. Ambos, Tadzio y él , caen en la arena. Han sido vencidos cada uno en su juego, que se les escapa, que no han podido jugar definitivamente y llevarlo a cabo. Es la idealización de todo, de la belleza y del amor. Ni lo uno ni lo otro, salva.
El universo narrativo de Asbenbach es la nostalgia y el arte. La descripción del protagonista, como todas las del libro, es magistral: la cabeza, el cuerpo, la cabellera, el puente de las gafas, la boca, las mejillas, la barbilla… En esa descripción vuelve a unir arte y filosofía. (P. 35).
El mundo griego
Con su profundo conocimiento filosófico del clasicismo griego, Mann introduce por medio de Asbenbach a Fedro, diálogo platónico que no solo habla de la retórica y la filosofía, sino del amor y el deseo (p.79) y maneja en páginas sucesivas una serie de interrogantes, (filosofía pura) para reflexionar y desvelar el sentido de la Belleza.
Asbenbach pasa noches prácticamente en vela. En el lugar donde todo parece calmarse, donde todo es ocio, paz, sosiego y despreocupación, en la playa del Lido, él se pierde y queda confundido (p.82). Sus especulaciones “interrumpían la deliciosa uniformidad de sus días” (p.83) y sueña “tiernas fábulas” (p. 85) vinculadas al mundo de Poseidón.
Me ha llamado la atención la comparación del Arte con la Guerra, (p. 95), por lo que tiene de renacentista, época en que los hombres eran personas de armas y letras.
Antes de morir se transforma y se abandona, recuperando un silencio total volviendo a Fedro para recuperar los pensamientos sobre Belleza y Eros. Continúan las preguntas retóricas que se hace a sí mismo o que envía al lector- Fedro.
Inevitablemente Muerte en Venecia me ha vuelto a evocar La Montaña mágica por el deseo de aislamiento. El acercamiento al agua, que fluye en el mar y a las aguas fétidas de Venecia quizás son el preludio de la irremediable muerte. ¿La buscaba? ¿Buscaba un lugar para morir? Si fuera una novela al uso, es decir, de personajes, lo sabríamos, pero aquí nos quedamos contemplando la orilla llenos de interrogantes, de preguntas a las que rara vez podrá ponerse punto final.
El comentario, más que comentario, es un ensayo sobre «Muerte en Venecia». Thomas Mann me ha enseñado mucho. Comparto el análisis de nuestra autora sobre su visión de la cultura contemporánea. Visionario, se adelanta a la problemática anticomunista. El mar… Gracias, Ana María por la variedad y la hondura de la aproximación al libro que presentas.
como siempre tus comentaros sobre grandes obras son muy afortunados,ayuda a leer ciertas paginas, ya leidas bajo otro prisma. Gracias