El cocodrilo azul abre  las puertas a una nueva colaboración, la de  Isabel Ordeig,  profesora de Español Lengua Extranjera que nos  regala una interesante reflexión sobre El Quijote. Lo escribió este verano pasado, de ahí el título

El verano de los libros olvidados

El verano pone siempre un libro entre las manos. Encontrar ese libro es, sin duda, un azar y una tarea, un gesto que supone un pacto con su autor, tal vez con uno mismo.

Elegimos un título y en esa decisión vamos configurando de manera inconsciente una pila de libros aplazados. Libros pospuestos, sí, pero que no han prescrito en el itinerario de la curiosidad, porque hay una razón que nos induce de una manera o de otra, a renovar de nuevo el compromiso con todos esos libros que quedan por leer.

En la pila de libros postergados que guarda la memoria suele encontrarse siempre de forma inevitable a Don Quijote. Pero ¿por qué?

Tal vez porque el Quijote es viaje largo, mito, vértigo y abismo. Y una imperdonable simplificación en la cultura colectiva de ese mundo de significados que constituye la novela. Sin embargo, qué persuasivas permanecen esas primeras líneas del arranque de la obra que todos conocemos. Primeras y últimas líneas, algunas veces, porque no siempre prospera el hechizo, ahí concluye en muchas ocasiones el interés por la historia del Quijote.

Lectura y lector

Las leyendas fascinan, pero también abruman. En cierto modo, la historia del quijote de La Mancha cabría en una simple frase: La vida de un lector. Puede decirse que esta es la trama que sostiene la novela del hidalgo castellano, la que recoge también su identidad.

Sí, el héroe de Cervantes es alguien abstraído en la lectura, alguien que nos enseña que un libro nos permite pensar el ser que somos. Alguien que vende sus tierras de labranza para surtir los anaqueles de una biblioteca. El trueque es cuando menos singular: ásperas tierras manchegas a cambio de la tenue inmaterialidad que constituye un libro.

Viaje y diálogo

La vida es viaje y el mapa de la vida del Quijote se trazó en la lectura; una cartografía literaria precedió a las andanzas y viajes del hidalgo, lo encaminó a través de arboledas y de trochas umbrías, de páramos de sol, de senderos que bordean las siembras y el curso de los ríos hasta alcanzar  al fin el mar Mediterráneo.

Hay también otra ruta por la que discurre el viaje en la novela, y es el diálogo entre los distintos personajes: venteros, mozos, soldados, pastoras, presos, arrieros, duquesas, curas, barberos, escudero y señor… Todo un nudo de encuentros fugaces viene a ensanchar la visión del camino mientras conversan. Según Carlos Fuentes, cuando Cervantes puso a dialogar a D. Quijote con Sancho se acabó la visión unívoca del mundo.

Conocemos entonces una realidad que se construye sólo a través del encuentro con el otro, una realidad que se aborda siempre desde distintos planos, a veces contradictorios, con todas las facetas que desnudan el sentido oculto de las cosas. Al fin y al cabo, lejos de ser experiencia estética, la literatura es un modo de acceso a la realidad, y una forma insustituible de conocimiento.

La paradoja y el yo

La paradoja forma parte esencial del juego de la vida. Aquí se nos presenta un héroe desfasado, un pobre caballero que emprende un viaje errático, un hidalgo disperso mirando hacia otro tiempo, en claro retroceso del curso de los siglos. Este es el héroe contemporáneo de todos sus lectores. El héroe renovado, el que traspasa siempre la medida de todas las etapas socioculturales con la vigencia de su verdad. Quedarse fuera del tiempo cronológico fue quizás la forma de permanecer en él. Y es que todo el afán de un escritor, Javier Gomá lo dice, es ordenar una verdad que ha visto y sentido y dotarla de una forma perdurable. Así Cervantes se adueñó como nadie de todo lo perdurable, de todo lo atemporal que atañe a la literatura.

Se ha dicho que la conciencia del hombre contemporáneo no es otra cosa que la subjetividad. Salir de casa, alejarse del entorno del lugar de La Mancha, es la puerta de acceso para esa reflexión sobre sí mismo que llevó a D. Quijote hacia la geografía más íntima del yo. Detrás de sus andanzas está la construcción más minuciosa de un espacio habitable para el yo. Tal vez una de las voces más contundentes de la lengua española y su literatura sea ese: “Yo sé quién soy” que enuncia D. Quijote, porque es la afirmación sustancial de alguien que ha adquirido conciencia de sí mismo.

Locura y libertad

A Cervantes le gusta jugar al desconcierto: la supuesta falta de lucidez de su héroe, puede que solo sea el disfraz de la cordura. D Quijote no es el adversario de la realidad, pero reconduce siempre las situaciones interpretando la objetividad a su antojo. Y, sin embargo, no la niega. Cabe entonces añadir que Cervantes se anticipa con su obra en varios siglos a todo el pensamiento de la era moderna. Para María Zambrano la filosofía es siempre la pregunta, pero la poesía es la respuesta. El Quijote es la poesía del pensamiento abierto sobre la vida.

Lo es porque Cervantes, finalmente, abarca en su obra la naturaleza de la ilusión, una mirada de aceptación sobre lo adverso de la existencia y todas las quiebras de la condición humana, hace todo un tratado sobre la dignidad, y una metafísica de la alegría, es también un artífice de la invención de la libertad como ideal de vida, y es que, aunque no lo sepamos, lo dice Harold Bloom, vivimos, sí, vivimos en ese extenso mundo.

 

Sugerencias de lectura

Tal y como dice Isabel Ordeig en el texto que acabamos de leer,  uno de los libros pendientes siempre es la obra más emblemática de nuestra literatura, El cocodrilo azul sugiere posibles lecturas:

Don Quijote de la Mancha, Edición de Florencio Sevilla Arroyo, Madrid: Ed. Castalia, 1998. Esta edición tiene la posibilidad de realizar tres itinerarios de lectura: Lectura completa, Lectura resumida y Lectura esencial. El profesor Sevilla dice al presentar su obra: En suma, lector carísimo -que te llamaría Cervantes-, aquí tienes «un Quijote a tu Medida»; y tú, «pues tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío», decide y elige.

Una fantástica adaptación de la obra de Cervantes es la de Eduardo Alonso, con introducción de Martín de Riquer , Ilus. de Víctor G. Ambrus y actividades de Agustín Sánchez Aguilar, Barcelona: Vicens Vives, Col. Clásicos adaptados, 26ª impresión, 2016. Es una lectura que puede realizarse a partir de los 14 años. Un texto que recomiendo vivamente para los adultos que no se han acercado nunca a la obra de Cervantes

 

Del mismo modo recomiendo la adaptación de Andrés Trapiello, Barcelona: Ed. Destino, 2015, fiel al texto original pero con el lenguaje adaptado al siglo XXI. Hay que reconocer que la distancia idiomática del español de Cervantes con el de hoy, puede suponer una traba en su lectura.don quijote de la mancha-andres trapiello-9788423349647

Podemos decir que con estas y otras obras adaptadas, ya no hay pretexto para dejar de leer el Quijote.

 

 

 

 

 

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