El traductor y la traducción

Traducir es sentir pasión por la palabra, por la lectura y  la escritura. Se trata de desarrollar una capacidad infinita de búsqueda no sólo de palabras, sino de sentidos y significados en dos idiomas. Supone encontrar la auténtica voz del autor en la propia lengua.

Un traductor no es un intercambiador de palabras, para lo que le bastaría poseer un diccionario. El traductor es un artífice de la palabra. Recrea la obra literaria. Tiende un puente entre el creador y el lector, un puente entre culturas. El traductor literario es un gran lector que posee un auténtico bagaje cultural que le permite interpretar lo leído.

George Steiner en Después de Babel habla del mecanismo de la interpretación:

“¿Cómo se han servido del lenguaje las diferentes culturas y épocas históricas, cómo convencionalizan o cómo actualizan las múltiples relaciones posibles entre la palabra y el objeto, entre la significación convencional y la ejecución concreta?”. Habla de la “interpretación entendida como lo que da vida al lenguaje más allá del lugar y el momento de su enunciación o transcripción inmediatas”.
Alberto Manguel en Nuevo elogio de la locura, dice que “El lector ideal es un traductor. Es capaz de disecar el texto, quitar la piel, cortar el hueso hasta la médula, seguir cada arteria y cada vena y luego dar vida a un nuevo ser sensible”.

Traducir supone por tanto, descubrir el auténtico valor de las palabras, su profundo significado y la función insustituible que tienen para comunicarse con los otros.

Traducir literatura infantil

Algunas personas creen que traducir literatura infantil es tarea para principiantes; nada más lejos de la realidad.
No existe traductor específico de literatura infantil, sino traductor literario profesional. http://elcocodriloazul.blogspot.com.es/2010/01/traducir-para-ninos.html

El mundo literario infantil y juvenil tiene sus propias dimensiones, por tanto, sus propias claves de interpretación. El traductor de Literatura Infantil recupera para sí temas, espacios, tiempos y palabras que había creído olvidar. A continuación, se las entrega al niño en una recreación propia, para que pueda disfrutar.
Entrar en el mundo de los niños siempre resulta fascinante; se trata de abrir una puerta y entrar de puntillas en el lugar que ellos habitan. Así, entendemos la traducción como acto de comunicación.
El manejo de los diferentes registros de la propia lengua y de la lengua extranjera permitirá encontrar el tono exacto en el que brindar al joven y poco experimentado lector, un mundo que viene de otro lado.

Calidad de las traducciones  

Si traducir Literatura Infantil fuera fácil, todos los libros infantiles tendrían una traducción impecable y desgraciadamente no es así En su lectura los niños asimilarán la palabra tal y como se les ofrezca. El texto queda grabado en la mente junto con las ilustraciones, tal y como se ha dado.

Solamente el lector podrá defenderse de un mal texto en torno a los 13 años, cuando haya  consolidado en gran parte el uso el lenguaje.
Hace años, un alumno de esta edad me dijo de un libro que estaba leyendo: “Profesora, ¡qué mal suena!”.

Aquel comentario me dejó perpleja, ya que aquel estudiante que no era precisamente el empollón de la clase, había dado con una de las claves de la traducción. El texto tiene que sonar bien, fluir como el agua, en la lengua de llegada.

Un niño es un lector en todo el amplio y profundo sentido de la palabra. Como tal  hay que tratarlo y respetarlo.

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