Platero y yo es una de las obras más conocidas de la literatura española. Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel 1956, despierta los sentidos y los sentimientos del lector en los campos de Moguer.

El tiempo en el que enmarca la obra es un año, de primavera a primavera. El lector se asoma a las diferentes estaciones del año teñidas de hojas, flores, agua, alegría y dolor.

Juan Ramón Jiménez vincula a la naturaleza múltiples sentimientos. Los tiñe de color y los llena de sonido; esa es la poesía de su texto. Un texto rítmico y sonoro que envuelve al lector.

«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.» (Platero, 1)

A lo largo de su obra desgrana a los clásicos que releía en Moguer al hilo de su trabajo. «Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal» (Platero, 1). Recuerda a la famosa expresión de San Juan de la Cruz «un no sé qué que quedan balbuciendo» (Cántico Espiritual, 7).

Los sentidos

Comienza el juego de los sentidos con el tacto y la vista, para seguir en esta primera secuencia con el gusto vinculado a la vista.

«Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel /…/ Tiene acero. Acero y plata de luna al mismo tiempo. (Platero, 1)

El acero habla de la fortaleza interior y exterior de Platero, que se considera unas veces el alter ego del poeta y otras, la naturaleza viva con la que quiere fundirse.

En la segunda escena recurre a la vista, el oído y el olfato: «lleno de sombras, de campanillas, de fragancia de yerba, de canciones, de cansancio y de anhelo» ( Mariposas blancas, 2).

Crítica de la realidad social

La inicia desde el sentido del oído, fundido con el de la vista, en el tono morado del crepúsculo y el negro de los trajes. El momento del día en el que aparecen «los niños pobres, que juegan a asustarse fingiéndose mendigos», (Juegos del anochecer, 3), es el crepúsculo.

En la secuencia sexta realiza una dura crítica del sistema escolar de la época y de los castigos físicos.

«Si tú vinieras, Platero, con los demás niños, a la miga aprenderías el a, b, c, y escribirías palotes /…/ No, Doña Domitila /…/ te tendría, a lo mejor, dos horas de rodillas en un rincón del patio de plátanos, o te daría con su larga caña seca en las manos /…/ No, Platero, no. Vente tú conmigo. Yo te enseñaré las flores y las estrellas». (La miga, 6)

Retrato de sí mismo

En «El loco» se retrata a sí mismo como si fuera Don Quijote » /…/ cabalgando en la blandura gris de Platero /…/ Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos -¡tan lejos de mis oídos!- se abren noblemente /…/ Y queda, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finamente, entrecortados, jadeantes, aburridos:

El lo… co! ¡El lo… co! (El loco, 7)

La hostilidad le llega por los oídos, mientras busca una armonía interior en la naturaleza.

Los animales

En Platero y yo la ternura de los animales contrasta con la crueldad de las personas en «La perra parida» (61): «Cuatro veces fue y vino la perra durante la noche, y cada una se trajo un perrito en la boca, Platero».

La ternura del poeta destaca igualmente en cada una de las descripciones de los animales, no solo del protagonista.

«Diana, que está echada entre las patas de Platero, viene a mí, bailarina, y me pone las manos en el pecho, en lo más alto del pesebre, la cabra me mira curiosa /…/ con una femenina distinción». (La cuadra, 14)

Los sentimientos

Jalonan toda la obra, que es una honda reflexión sobre la vida y la muerte, la amistad, el paso del tiempo y la felicidad, la nostalgia y la soledad. Además de una dura crítica social a la pobreza generada por las graves desigualdades sociales de la época.

Es igualmente una reflexión sobre la lectura y la creación literaria en general y la creación poética en particular.

Platero y yo es una obra introspectiva, rica en matices, que admite múltiples lecturas; esto es un rasgo de universalidad.

Su publicación

Platero tuvo gran acogida desde el principio en España y América. El autor reconoce que «el éxito se lo dio a Platero Don Francisco Giner cuando el librillo salió en la colección Juventud». (Edición de M, Predmore, 1980:260).

Un mosaico

Leer Platero es como ir a una exposición de pintura. Cada escena o secuencia es una imagen trazada con inigualables palabras. O sencillamente son las palabras las que se constituyen en poderosas imágenes.

Esta obra es un auténtico mosaico de paisajes y personajes cautivadores por su color y sonoridad. Ambos elementos dan ritmo al texto, convirtiéndolo en poético.

El texto cobra vida cada vez que se contempla. Es un portentoso y exquisito trabajo de sentidos y sentimientos que se funden en la mente del lector.

Esta entrada pretende invitar a la lectura o a saborear la relectura. Platero y yo es de las obras que hay que desempolvar de vez en cuando. Cada vez que se lee, se encuentra algo nuevo y también aporta algo nuevo al lector.

 

(Artículo completo en Retorno aos clásicos- Obras imprescindibles da narrativa infantil e xuvenil, Vigo: Ediciones Xerais, 2015, pp. 131-136)

 

 

 

 

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